No solo es cuestión de ética, ahora es una Ley.
Desde el pasado día 20 de febrero, el secreto profesional se ha convertido en Ley (Ley 1/2019, de 20 de febrero de 2019, de Secretos Empresariales).
Mientras que en Norteamérica lleva regulándose desde el siglo XVIII, en Europa el marco legal estaba fragmentado en varias normativas, por lo que no había nada claro. España ha tomado la delantera y, desde que en diciembre se aprobó en el Congreso, no ha hecho más que avanzar hasta, como decimos, convertirse en Ley.
Estructurada cinco capítulos, veinticinco artículos, una disposición transitoria y seis disposiciones finales, la Ley de Secreto Profesional entrará en vigor a partir del 13 de marzo y, entre otras, limitará como objeto susceptible de ser protegido cualquier ámbito de la información o conocimiento o cualquier ámbito de la empresa. Algo que va mucho más allá de lo que entendíamos como el secreto de "la fórmula de la Coca Cola".
Sectores como el de la biotecnología agradecen esta iniciativa tan necesaria ya que, hasta el momento, el procedimiento era patentar los descubrimientos. Sin embargo, no siempre era posible porque exigen el cumplimiento de factores como: la novedad, la suficiencia descriptiva y la evaluación, y los proyectos biotecnológicos pueden tardar años en dar frutos.
La normativa permitirá a las empresas litigar con mayor seguridad jurídica, cuando sean víctimas de un robo o una posible filtación de información hacia sus competidores acerca de sus procedimientos confidenciales.
En definitiva, informes financieros, bases de datos, metodología de trabajo, proyectos o ideas estarán ahora a salvo.